El sistema sanitario tal y como está concebido actualmente parece que no es viable. Algunos aspectos que lo definen nos parecían naturales y eternos a las personas de mi generación . Por edad, siempre hemos vivido bajo el paraguas de un sistema sanitario universal, gratuito, accesible y equitativo. Por ello, no ha sido valorado en su justa medida y ahora, cuando está amenazado, es cuando nos damos cuenta de la importancia que tiene conservarlo. Me refiero, entre otros, a valores como la equidad, el acceso gratuito a la sanidad y los servicios que presta.
Vivimos en tiempos de crisis y ante un modelo que se dice agotado pensamos en alternativas que puedan salvaguardar la totalidad o parte del sistema. Tres son las perspectivas que se disputan el futuro. De un modo muy resumido y simple podemos identificar a los que postulan que la sanidad, junto a la educación, debería ser intocable en cuanto a recortes presupuestarios por ser elemento fundamental de un estado de bienestar y esta salvaguarda debería ser a expensas de otras áreas menos necesarias. Una segunda perspectiva es la que propone que los ciudadanos contribuyan de un modo directo, además de a través de impuestos, a costear tratamientos, asistencia recibida, etc..Sería la vía del llamado co-pago o cualesquiera de sus variantes.
La tercera de las alternativas es defendida por aquellos que afirman que muchos de los problemas no son de financiación y que un aumento de recursos, por la vía que sea, no se traduciría en una mejoría del sistema sanitario. Esta mejoría no vendría dada por más dinero, si no por hacer las cosas de otra manera. Priorizar promoción de salud sobre asistencia, trabajar en los aspectos preventivos más que en los asistenciales, importancia mayor de la atención primaria frente a la hospitalaria, un papel más activo de los pacientes en el manejo de sus patologías, y algunas otras líneas estratégicas en esta dirección son sus señas de identidad.
Esta tercera vía, novedosa como apuesta de futuro, también tiene, como las otras dos anteriores, defensores y detractores. Entre los primeros, algunas de las administraciones sanitarias autonómicas, es decir, "los que cortan el bacalao". Los retos que afronta son muchos: la incertidumbre que genera algo "nuevo", desconfianza de quienes se suponen que estarían llamados a ser protagonistas, reproche de falta de evidencia científica en cuanto a la utilidad y coste-efectividad, la dificultad que todo cambio de cultura de trabajo implica, y algunas más. Todas ellas dan para ser desarrolladas con mucho más espacio en ocasiones posteriores.
Muy buenas reflexiones Iñaki. Hacer las cosas de otra manera no tiene que ser malo y además es diferente a hacerlas "de cualquier manera" ;-)
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