lunes, 12 de diciembre de 2011

Mírame. Diferénciate.



Hace tiempo leí una historia . Relataba una persona con discapacidad psíquica su experiencia buscando trabajo.Acompañado por un monitor de acompañamiento, se presentaba en las entrevistas de trabajo. Contaba como ninguna de las personas encargadas de hacerle la entrevista le hablaba directamente a él. Le hablaban a la persona que le acompañaba  preguntándole por su capacidad de trabajo, sus habilidades, su experiencia. Lo hacían mostrando verdadero interés, pero "hablaban de mí,de mi vida, de mi futuro... pero no conmigo. Nunca he tenido una sensación de des-personalización como aquella". Tanto me hizo pensar que todavía hoy, más de 20 años después, me acuerdo casi literalmente de élla.

Recuerdo siendo residente alguna que otra conversación acerca de como muchas veces tendemos a "cosificar" a los pacientes. Las prisas, la concentración que se requiere para hacer un diagnóstico, el cansancio,..buscábamos una excusa y casi siempre la encontrábamos. Ah! Y las emociones. Los miedos, por ejemplo. Los miedos a que nos desarmen, intelectual o emocionalmente. La necesidad de construir una coraza...de no mostrarnos vulnerables.
Algunas veces, los motivos son mucho menos comprensibles. me refiero a cuando caemos en el tremendo error de ver enfermedades y no enfermos, cuando tratamos radiografías, analíticas o electros en vez de personas.

"Cuatro médicos me han visto el hombro pero  ninguno me ha visto a mí" No hace más de dos meses que alguien dijo eso en mi consulta. Y esa frase tan simple y directa  expresa lo necesario que es una iniciativa como MÍRAME.DIFERÉNCIATE. Un grupo de personas de distintos estamentos relacionados de alguna manera con la sanidad que pretende concienciar y reflexionar sobre la importancia de pequeños gestos o de la comunicación no verbal para mejorar la calidad de nuestra práctica profesional. Os recomiendo que visitéis la web y que os suméis a la iniciativa. Podéis seguir por Twitter (@diferencia_T) y a través del  hastag #diferencia_T.También puedes unirte en Facebook. Y por supuesto no dejéis de leer el blog.


Rubén Omar Sosa escuchó la lección de Maximiliana en un curso de terapia intensiva, en Buenos Aires. Fue  lo más importante de todo lo que aprendió en sus años de estudiante.
  Un profesor contó el caso. Doña Maximiliana, muy cascada por los trajines de una larga vida sin domingos, llevaba unos cuantos días internada en el hospital, y cada día pedía lo mismo:
  -Por favor, doctor, ¿podría tomarme el pulso?
Una suave presión de los dedos en la muñeca, y él decía:
  -Muy bien. Sesenta y ocho. Perfecto.
  -Sí, doctor, gracias.Ahora por favor, ¿me toma el pulso?
Y el volvía a tomarlo, y volvía a explicarle que estaba todo bien, que mejor, imposible.
  Día tras día, se repetía la escena. Cada vez que él pasaba por la cama de doña Maximiliana, esa voz, ese ronquido, lo llamaba, y le ofrecía ese brazo, esa  ramita, una vez, y otra vez, y otra.
  Él obedecía porque un buen médico debe ser paciente con sus pacientes, pero pensaba: "Esta vieja es un plomo. Le falta un tornillo"
  Años demoró en darse cuenta de que ella estaba pidiendo que alguien la tocara.

Una clase de medicina, del libro Bocas del Tiempo de E. Galeano




Puedes difundir la iniciativa :

1 comentario:

  1. Creo Iñaki que esto que nos cuentas hoy hace referencia a "la medicina llamada médico", medicina que no pautamos de forma homogénea a todos los pacientes, de la que a veces otorgamos mas dosis que otras, según cómo nos encontremos nosotros mismos y dependiendo seguramente del grado de empatía que seamos capaces de dar y obtener en la relación con el paciente (entre otros muchas cosas, todas ellas subjetivas y que casi siempre escapan a nuestro "control").
    En todas estas cosas es un experto Francesc Borrell-Carrió, que ofreció este año la conferencia inaugural "Seguridad del paciente y práctica reflexiva" en la IV Jornada para la Seguridad del Paciente en Atención Primaria (Barcelona, 25 de marzo).

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